La madre se agita

L´Almudí, Valencia, 1997

El centro del espacio del Almudín, antiguo almacén de grano de la ciudad, lo ocupan dos conos de grano, uno sobre una plataforma algo elevada y otro debajo de ella. Alrededor de una de las columnas se ha construido una especie de púlpito al que el visitante puede acceder para ver el conjunto desde arriba. En la nave central hay una cama cuyo somier está trenzado con tiras de plomo, dos pares de zapatos para la nieve, parte de una canoa, una pareja de sillas, una gran taza que pierde arena y sobre cada uno de los objetos cuelga una tira de plomo con una palabra que no coincide con el objeto sobre el que está dispuesta: “TEMPESTAD”, “FIEBRE”, “MONTAÑA”. Del techo cuelgan grandes sacos negros en forma de lágrimas. Repartidos por el espacio hay vasijas horadadas que a través de los agujeros han perdido parte de la arena que contenían, formando figuras rítmicas en su interior. En las dos naves laterales se encuentran las “mesas Chladni”, cajas negras cubiertas con láminas de vidrio que sobre su superficie llevan una capa de arena fina. Las cajas llevan altavoces en su interior y transmiten unos sonidos que hacen vibrar el vidrio y por medio de la arena, crean figuras sobre la superficie, las ”figuras Chladni”, llamadas así por el físico que logró darles una definición matemática.
Todo un espacio para mostrar la disociación de cosas y palabras y el hecho más llamativo: que el sonido hace vibrar a la materia.